¿Qué puedo decir? La lucha es real.
Hay cosas en la vida que no descubrimos en los primeros diez años. O veinte. A veces, la verdad sobre quiénes somos no se revela hasta que hemos sobrevivido suficientes tormentas para saber de qué estamos hechos. Y cuando miro hacia atrás, cuando reviso los capítulos crudos de mi vida, una verdad regresa como un eco constante: el poder no es algo que encontré. El poder es algo que soy .
El diccionario intenta definirlo como la capacidad de dirigir o influir, pero no lo logra. No refleja lo que he vivido. No capta la intensidad, el peso ni la voluntad de lo que realmente es el poder cuando naces en un mundo que espera que nunca lo descubras.
Llegué a comprender esto a través de alguien a quien respeto profundamente, alguien arraigado en la comunidad, alguien siempre centrado en la economía, la equidad y la verdad. Y cuando hablaba de poder, algo dentro de mí se encendía. Lo sentía en los huesos. Un escalofrío que se transformó en claridad. El poder corre por mis venas. Siempre ha corrido. Pero como tantos de nosotros, tuve que superar dificultades para reconocerlo .
Imagínate esto.
Eres un niño. Te dicen "No", pero algo en tu espíritu dice "Sí". Te dicen "No", pero tu alma te ordena: "Haz". Estás bajo presión, ataques, estrés y escasez, pero de alguna manera, sigues adelante. No porque sea fácil, sino porque algo en tu interior se niega a romperse. Ese es el tipo de poder del que hablo. No el que viene con un título, sino el que despierta cuando el mundo te dice basta y decides seguir adelante .
Este tipo de poder nace en la resistencia.
Se forma al estar rodeado no por un solo desafío, sino por múltiples desafíos. Sociales. Financieros. Emocionales. Históricos. Y aun así, te elevas. Ese es el milagro. Esa es la ciencia.
Porque la vida se convierte en un laboratorio. Cada experiencia se convierte en datos. Observas cómo reaccionas cuando las reglas cambian, cuando nada tiene sentido, cuando te dejan improvisar. Aprendes a estudiarte a ti mismo no para sobrevivir, sino para comprender tu poder bajo presión . Ahí es donde reside el crecimiento. Ahí es donde comienza el legado.
¿Y las decisiones que más te ponen a prueba? A menudo cuestan. Tiempo. Dinero. Comodidad. ¿Pero el precio de ignorar esa verdad silenciosa dentro de ti? Eso podría costarte el alma.
Por eso la presencia es poder.
No presencia en el sentido de visibilidad. Presencia en el sentido de consciencia. Estrategia. Disposición a permanecer. En el momento. En la dificultad. En la construcción. El poder reside en la decisión de permanecer firme mientras se avanza.
Alimentar a nuestras familias, recuperar nuestro bienestar, proteger nuestra paz: no son lujos. Son necesidades. Si algo los amenaza, no nos cerramos. Evolucionamos. Innovamos. Protegemos. Crecemos de todas formas .
Entonces, ¿qué haces cuando el sistema que te rodea fue diseñado para encogerte? ¿Te pliegas en silencio? ¿O te expandes hasta que el contenedor se rompe?
Porque si se niega el crecimiento… entonces ¿qué es la libertad?
Para mí el poder es resistencia a la opresión.
No es un premio. No es un puesto. Es una práctica. Es un desafío diario arraigado en la verdad. Es la serena claridad de una mujer que ya no tiene nada que temer. La visión silenciosa de una científica que no se detendrá hasta encontrar la fórmula. La elegancia sensata de un rey que entiende que la riqueza es más que oro. La mirada serena de un gobernante que manda con su presencia, no con su pánico.
Es la fuerza para levantarse cuando la historia dice que hay que quedarse abajo.
Es un legado en movimiento.
Y vive en mí.
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