Han pasado décadas desde que escuché por primera vez la pregunta en la voz de un hombre dividido entre el amor que sentía por su pueblo y el dolor que veía en su comunidad:
“¿Odiamos a nuestras mujeres?”
Y aquí sigo preguntando.
Todavía mirando.
Todavía me duele.
Porque la música no es la misma y los hombres tampoco.
Tenemos placas de platino y diamantes en los dientes,
pero todavía nos morimos de hambre por dentro.
Canciones enteras dedicadas a las mujeres
pero no en amor, no en honor.
Solo conquista. Solo falta de respeto.
Algunos de nosotros ya ni siquiera sabemos con quién estamos hablando realmente.
No se trata sólo de un ritmo o un verso.
Esto se trata de lo que pasa cuando tu espíritu se seca,
Cuando tu moral se derrumba bajo el peso del ego y todo lo que te han enseñado es que las mujeres son trofeos o amenazas.
Ahora tienes dinero, pero sigues actuando como si tuvieras que robarle la paz a otro hombre sólo para sentirte alguien.
Eso no es poder. Eso es enfermedad.
Veo una cultura desnutrida
no por falta de comida, sino por falta de alma.
Decimos que no necesitamos mujeres.
Pero ni siquiera podemos hervir agua sin llamar a nuestra mamá,
No se puede criar a un niño sin desaparecer en el silencio.
Nos atacamos unos a otros por migajas y lo llamamos victoria.
Olvidamos cómo amarnos unos a otros porque olvidamos cómo amarnos a nosotros mismos.
¿Y la ironía?
Las mismas mujeres que descartamos, degradamos e ignoramos
Ellos son quienes nos llevaron.
Quien sangró por nosotros.
Quien mantuvo nuestro nombre en oración cuando nadie más nos recordaba.
Entonces ¿cómo nos atrevemos a olvidarlo?
Una mujer no es tu debilidad.
Ella es el aliento que tomaste antes de saber hablar.
Ella es la verdad detrás de tu ritmo, el linaje de tu brillantez.
Sin ella, este mundo sería guerra y desierto.
Este odio es más profundo que las letras.
Es sistémico.
Es espiritual.
Y sí, no todas las mujeres son justas.
Algunos mienten. Algunos engañan. Algunos hieren.
Pero el dolor no tiene género.
Y los traumas no vienen con pestañas.
Así que deja de culpar al espejo por la herida de tu alma.
No construimos familias negras descartando los cimientos mismos sobre los que se asientan.
No creamos sanación utilizando nuestras palabras como armas.
No protegemos a nuestros hijos abandonando a nuestras hijas.
Esta sociedad no sólo necesita corrección.
Es necesaria convicción.
Necesita sanación.
Nos necesita.
Así que vuelvo a preguntar, no por juicio, sino por amor:
¿Odiamos a nuestras mujeres?
Porque tal como yo lo veo, los estamos perdiendo.
Y cuando los perdemos, lo perdemos todo.
Perdemos el ritmo.
Perdemos la raíz.
Perdemos la razón.
Puedes perseguir todo el dinero del mundo.
pero nunca encontrarás una mujer por ese dólar.
Y quizá ese sea el problema.
Porque esta cultura rinde culto a lo que ni siquiera reconoce su rostro.
Necesitamos volver a casa.
A nuestra verdad.
A nuestras madres.
A nuestras mujeres.
Para nosotros mismos.
¿Porque sin ellos?
No somos reyes.
Solo somos chicos rotos con cadenas de oro.